Ricardo I de Inglaterra es
un personaje histórico que en vida se comportó como un héroe
legendario. Su fama solo es comparable a otra de las grandes figuras
de las leyendas medievales bien conocida ya por nosotros, el rey
Arturo. Ricardo se consideraba el descendiente legítimo del poder
mítico del rey Arturo, este ideal respondía a un interés político
que pretendía unir a sus súbditos britanos, normandos y
anglosajones entorno a la figura de un rey caballero, heredero de los
ideales heroicos medievales.
La leyenda de Ricardo I
se desarrolló después de su muerte, pero es difícil separar el
héroe histórico del legendario, porque en vida el propio rey ya
buscaba comportarse como un personaje de leyenda conforme al ideal de
caballero. Ricardo nació el 8 de septiembre de 1157, era hijo del
rey de Inglaterra Enrique II Plantagenêt y de Leonor de Aquitania.
Nació en Oxford pero tenía poco de inglés, pasó la mayor parte de
su reinado fuera de Inglaterra preocupado por sus aventuras
caballerescas. Su muerte tiene tintos novelescos y alimenta la
leyenda de una maldición divina sobre la familia de los Plantagenêt
como castigo por su libertinaje y su lujuria.
En 1199, el rey de
Inglaterra Ricardo I Corazón de León había decidido poner fin a la
revuelta del vizconde Aimar V de Limoges en el castillo francés de
Châlus-Chabrol. En principio parecía una afrenta menor comparada
con las grandes gestas vividas por el rey, pero el asedio se
prolongaba más de lo esperado.
Ricardo era un experto en
el arte de la guerra. Para facilitar la toma del castillo enviaba
grupos de zapadores, que habían de minar sus murallas, y sometía a
los defensores a lluvias diarias de flechas lanzadas por sus arqueros
y ballesteros. Las tropas del vizconde Aimar de Limoges se vieron
reducidas a cuarenta hombres, no parecía que fueran a resistir
mucho.
Según Rigord, monje de la abadía de Saint Denis en aquellos días, los lugareños conocían el castillo de Châlus-Chabrol como castruum Lucii de Capreolo. El nombre latino derivaría de un tal Lucius, procónsul de Aquitana en el siglo I en época del emperador romano Augusto, conocido como Capreolus (la cabra) por sus habilidades militares en las regiones montañosas. Lucius habría amasado una gran fortuna que se encontraba escondida en los campos del vizconde de Limoges. Un campesino la desenterró siglos más tarde y la entregó a su señor.
El
castillo de Châlus-Chabrol, en el suroeste de Francia, fue donde el
rey Ricardo I Corazón de León halló la muerte por el impacto de
una flecha en 1199.
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La noche del tercer día de asedio, después de cenar, Ricardo y los suyos decidieron dar un paseo cerca de las murallas del castillo para supervisar el avance de su asalto. Puede que incluso se dedicara a disparar algunas flechas por deporte contra los defensores. Su afán guerrero no tenía tregua, un ejemplo de ello era que estando enfermo con fuertes fiebres en la toma de San Juan de Acre mataba enemigos con una ballesta mientras lo transportaban en una camilla.
Pero esa noche estaba tranquilo y confiado. Ricardo se acercó a la torre del castillo sin armadura, solo con un casco de hierro y un escudo. Desde la almena uno de los sitiados tensaba su ballesta, y apareció bruscamente para disparar una flecha en dirección al rey. Ricardo lo miró y aplaudió sin apartarse. El proyectil había impactado en su hombro izquierdo, cerca de las vértebras del cuello. Ricardo era un rey orgulloso y se dedicó a felicitar al tirador, parecía que la herida no le afectaba, pero sus fieles lo trasladaron al campamento donde el rey animó a los suyos a continuar el asedio. No había de qué lamentarse, una herida más no tenía por qué alterar los planes. Ricardo había recibido tantas en la Tercera Cruzada que esta no le tenía que impedir conquistar el castillo.
En la tienda el rey partió la madera de la flecha, pero el hierro estaba hundido en el fondo de su cuerpo. Había que llamar a un cirujano para extraer la punta. La intervención no fue fácil, el exceso de peso de Ricardo lo dificultaba, y este quedó muy debilitado. Las rudimentarias técnicas quirúrgicas de la época y la falta de obediencia a las prescripciones médicas hicieron empeorar el aspecto de las heridas. Aparecieron infecciones y gangrena. Esta vez sí, Ricardo se dio cuenta de que estaba a punto de morir. Como era previsible, el castillo de Châlus-Chabrol se había rendido y Ricardo ordenó colgar a todos los prisioneros menos al ballestero capaz de matar al Corazón del León, al que trajeron ante él. Había llegado el momento de redimir sus pecados, el rey lo sabía, y el cronista inglés Roger de Hoveden, una de las fuentes más fiables de la época, reproduce la conversación entre Ricardo y el preso: «¿Qué daño te he hecho yo para que me mates así?». El otro respondió: Has matado con tus manos a mi padre y mis dos hermanos y ahora has querido matarme a mí. Véngate de mí, pues, de la manera que te plazca. ¡Sean cuales sean las terribles torturas que puedas inventar, las sufriré de buena gana, pues tú, que tantas y tan numerosas desgracias has traído al mundo, mueres también!
Ricardo sentenció: «¡Vivirás a tu pesar! ¡Vive, pues yo te concedo la gracia! ¡Sé la esperanza de los vencidos en esta tierra conquistada! ¡Serás un ejemplo de mi corazón generoso!». Dicho esto, el reo quedó en libertad y el monarca ordenó que le dieran cien sueldos de moneda inglesa. Pero Mercadier, uno de sus fieles soldados, no pudo perdonar que «un ministro del diablo» causara la muerte del «mejor príncipe del mundo» y, a escondidas de Ricardo, lo metió en prisión y lo mandó matar.
El cronista Guillaume le Breton, capellán del rey francés Felipe Augusto, en su opera prima Gesta Philippi Augusti habla de la muerte de Ricardo y nos explica que el rey inglés es codicioso, impío,
irrespetuoso de Dios y de sus leyes, se sublevó contra su propio
padre, violó las leyes feudales de la naturaleza; culpable, además,
de haber introducido en Francia una arma mortífera como la ballesta.
Debe pues sufrir el mismo fin que esta funesta iniciativa causó en
otros hombres.
Pero los últimos actos
del rey de Inglaterra buscaron la caridad de la Iglesia como exige la
moral de la época. Ricardo decidió confesarse a un capellán,
sacramento que hacía siete años que no profesaba, y mandó llamar a
su madre que se encontraba en Fontevraud, en la región francesa del
Loira, para tenerla cerca en el momento del traspaso.
Milton, abad de Pin y
capellán de Ricardo, narra el desenlace de la absurda muerte:
El seis de abril, es
decir al cabo de once días de ser herido, murió al final del día,
después de ungirse del aceite santo. Su cuerpo, vaciado de entrañas,
fue transportado a los monjes de Fontevraud e inhumado allí, junto a
su padre, con los honores reales, por el obispo Lincoln, el domingo
de Ramos.Después de gobernar
nueve años, seis meses y diecinueve días, el rey ha muerto por
culpa de una flecha en el asedio inútil de un castillo sin
importancia política. Las crónicas recriminan a Ricardo su avaricia
en la búsqueda de un tesoro legendario y la falta de escrúpulos
para conseguir sus objetivos. Encontró la muerte en pos de una
quimera, no en el campo de una gran batalla heroica como sería de
esperar de una figura de su talla. «El león fue asesinado por una
hormiga».
El ya citado Roger de
Hoveden se muestra muy crítico con Ricardo al afirmar: «Veneno,
avaricia, crimen, libido monstruosa, apetito vergonzoso, orgullo
exacerbado, avaricia ciega […]. Un ballestero con su arte, su
brazo, su tiro, su fuerza lo abatió todo». Algunas crónicas
insisten en la idea de la providencia divina del disparo, nadie puede
escapar al castigo de Dios y el rey pagaba por el trato y la
explotación fiscal a que había sometido a la Iglesia.
Hay que preguntarse si
realmente existió el tesoro áureo del castillo de Châlus-Chabrol.
Especialistas en la figura de Ricardo como el historiador francés
del siglo XX Jean Flori afirman que de las once crónicas que narran
el asedio del castillo cinco hablan del episodio del tesoro y seis lo
ignoran. Las más antiguas son las que citan los hechos legendarios
por lo que se les puede atribuir mayor veracidad. Rigord, el monje de
Saint Denis a quien ya hemos recurrido, habla del tesoro en el año
1206 diciendo:
En el año del Señor de
1199, el 6 de abril, Ricardo, el rey de Inglaterra, murió gravemente
herido cerca de la villa de Limoges. Estaba a punto de asediar un
castillo que los habitantes de Limoges llaman Châlus-Chabrol,
durante la semana de la Pasión del Señor, a causa de un tesoro que
encontró un caballero del lugar. Llevado por su extrema ambición,
el rey exigió la entrega del tesoro.
Los cronistas a menudo
están impregnados de la ideología de la época y en sus crónicas
pueden tomar partido a favor de un rey. Este es el caso de Guillaume
le Breton, capellán del rey de Francia, que muestra una hostilidad
manifiesta hacia Ricardo. Roger de Hoveden también novela los
momentos finales de la vida del rey juzgando con dureza sus
intenciones. Ricardo contribuye a aumentar su leyenda con la historia
de su muerte.
Texto extraído del libro: Breve historia de las leyendas medievales de David González Ruiz, lo puedes comprar aquí.
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